sábado, 17 de noviembre de 2007

GUIA PARA PADRES



PRÓLOGO

Quizás lo más difícil en el ejercicio del ser padres sea atravesar los miedos que surgen cuando los hijos deben afrontar riesgos y no estamos allí para cuidarlos. La adolescencia es uno de esos momentos en los que la vida social se abre, amplia y ajena, ofreciendo nuevos paisajes que se desconocían cuando los chicos aún llevaban guardapolvos y recurrían a sus padres sin pudor ante algún eventual percance.

En ese nuevo escenario los hijos adolescentes se las deben ver, a veces solos, con también nuevas circunstancias. Ante eso los padres se preguntan, una y otra vez, qué actitud tomar, cómo lograr ejercer a pleno su función para formar una sana alianza que posibilite el despliegue del legítimo deseo de sus hijos de crecer en autonomía.

Desde los inicios de la humanidad existieron riesgos para los jóvenes. A esto contribuye que en la adolescencia ellos busquen nuevas fronteras tanto fuera como dentro de sí mismos, con el coraje de los que saben que hay que empezar a alejarse de la infancia, porque esa es la ley de la vida.

En ese momento, los padres no deben, de ninguna manera, estar ausentes, aunque su manera de estar presentes en la crianza deba afrontar nuevos desafíos y formas. Es que, convengamos, la adolescencia es una revolución y a la vez que las hormonas hacen lo suyo, aparecen con inédita fuerza los amigos, las salidas, las confusiones propias de la edad y…los riesgos ciertos de una sociedad que olvida que los adolescentes requieren referentes firmes para no perderse en la vorágine, ya que no merecen ser sólo vistos como un mercado apetecible.

Los problemas que aparecen en esta etapa son conocidos. Entre ellos figura la confusión de valores de vida, la distancia con el mundo de los padres y el miedo a crecer que lleva, en ocasiones, a que los chicos incursionen en conductas que los ponen en riesgo. Dichas conductas riesgosas, en las que abundan los abusos (entre ellos el del alcohol) son maneras de mostrar angustias y soledades, y de allí que sea imprescindible, urgente, volver a enaltecer la función de los padres para ofrecer a los hijos un referente confiable en medio de la confusión de prioridades que tanto daño nos hace como sociedad.

Ser padres no es un sacrificio, es un esfuerzo, que es distinto. Un esfuerzo que hace crecer tanto a los hijos como a sus progenitores.

Padres presentes, padres con alma, con palabra plena y con la certeza de que si se equivocan se corregirán, pero que no dejarán de decir y hacer lo que deban por temor a errar. A eso apunta el sentido de la responsabilidad que se propone en esta guía, no una responsabilidad asociada a una culpa estéril, sino a la sensación de que hay mucho por hacer para seguir dándole a los hijos lo que corresponde, para que ellos, con el amor de sus padres en el corazón, lleguen a buen puerto usando sus propios recursos.
Por el Lic. Miguel Espeche
Psicólogo


“La mejor manera de combatir el mal es un enérgico progreso en el sentido del bien”
I Ching






Promoción de valores

Si hay algo que caracteriza a la adolescencia es la búsqueda de valores que puedan ser considerados esenciales para la vida. Las conductas en esta época tienden a romper los moldes de la infancia y a buscar en el mundo social de las amistades nuevas formas de relacionarse. Así, los jóvenes intentan darle sentido a sus pensamientos y acciones a través de valores como la libertad, la amistad, la lealtad y el sentido profundo de la vida. En ocasiones, esta búsqueda es tan intensa que puede resultar incluso riesgosa, porque puede llevarlos a transgredir y a poner en riesgo su integridad.

Reconocer y dar importancia a esta búsqueda de valores permitirá a los padres ser puntos de referencia confiables para sus hijos. Es por eso, que la llegada de éstos a la adolescencia, siempre trae aparejada una resignificación de los valores de los padres, lo que puede implicar en ocasiones, hasta un cierto nivel de crisis en ellos ya que es un motivo para recordar tanto las situaciones positivas como las difíciles de su propia adolescencia. Tener conciencia de este tipo de movilización emocional es importante para la toma de las mejores decisiones a la hora de guiar a los hijos en esta etapa.

Cuando hablamos de “valores”, no hablamos de premisas rígidas y carentes de vitalidad, sino de conductas y actitudes profundamente eficaces para el despliegue de la vida.

Es por eso que “promover valores” no es sólo afirmar un decálogo de conductas “buenas”, sino que implica una mirada profunda en el espíritu de las conductas y el sentido que éstas tienen dentro de un contexto. De allí que programas como VIVAMOS RESPONSABLEMENTE tienen por misión desplegar y potenciar las virtudes que son patrimonio tanto de los padres como de los hijos, apuntando a generar ámbitos de intercambio, confianza, respeto y estímulo saludable.

Es sabido que en espacios con ese tipo de climas saludables, todo exceso, como la ingesta descontrolada de alcohol, las conductas dañinas, la apatía y la sensación de vacío (entre otros) se diluyen, ya que es justamente la falta de espacios de promoción y estímulo de lo positivo lo que otorga un terreno fértil a las actitudes y conductas peligrosas.

La paternidad

Revalorización de la función de los padres


Si bien por causas muy diversas la función paterna se ha visto jaqueada por la vida moderna, nunca como en la actualidad ha sido más visible la importancia de dicha función para el buen crecimiento de los hijos.
Aunque con maneras a veces muy diferentes a las que se tenían décadas atrás, sobre todo debido a las exigencias laborales de los padres, el tipo de vida que se lleva en las ciudades, etc., la función parental sigue y seguirá siendo esencial a la hora de la crianza.


Esta guía parte de la premisa de que el amor de los padres es la principal fuente de nutrición afectiva y guía de los niños y adolescentes en crecimiento. El amor parental, sin el cual es imposible imaginar un hijo con porvenir, tiene diferentes formas de manifestarse que van desde la ternura hasta la firme y rotunda autoridad.


“Hay que tirarse al agua, queridos padres. Educar, emitir mensaje, exigir modelos. Para eso estamos”
Jaime Barylko
Los padres merecen sentirse honrados por la función que cumplen, lo que permite el crecimiento de su rol.









Autoridad. Límite y referencia

Revalorizar la función de autoridad de los padres es imprescindible, sin que ello signifique apostar a un orden sin sentido y autoritario. En muchas oportunidades, por temor a ser demasiado estrictos, se deja desierta la función de autoridad, lo que genera perturbaciones, a veces graves, en los hijos y en la convivencia familiar.

La autoridad paterna puede ser mirada con dos dimensiones: como límite y como referencia. La autoridad suele asociarse más fácilmente con el proceso de poner límites, algo que es fundamental, pero que no agota el concepto de autoridad ni lo que ella implica.

Autoridad también es ofrecer un punto de referencia confiable a los hijos, que valide y dé sustancia al despliegue de la paternidad.

Cuando un hijo confía en sus padres, también confía en que lo que éstos digan o hagan apunta a su bienestar. De ahí, la importancia de asociar la autoridad con la confianza y no solamente circunscribir el concepto de autoridad a la mera puesta de límites o a las acciones controladoras. Estas últimas pueden ser muy útiles en situaciones puntuales, pero no constituyen la esencia de la autoridad paterna. La autoridad no se agota en la mera acción de controlar. El control como fin único suele ser contraproducente a la hora de conducir a un hijo hacia su mejor destino.

Cuando hablamos de confianza lo hacemos también en dos dimensiones. La primera, la confianza en la capacidad de discernimiento de los hijos; la segunda, en las capacidades propias de los padres, en su intuición, que les dicta cuándo decir sí o no en determinadas situaciones.

Esto último es muy importante dado que muchas veces decirle que no a un hijo surge más de la intuición, que de un razonamiento acabado. Confiar en esa intuición y optimizarla es esencial a la hora de ejercer la paternidad. Esto no implica que posteriormente el criterio aplicado no pueda revisarse, simplemente enfatiza que el momento de la aplicación del criterio merece hacerse con confianza.

La autoridad permite el crecimiento de los hijos, los nutre espiritual y psicológicamente y, a diferencia del autoritarismo, facilita que los adolescentes puedan encontrar su propio camino teniendo puntos confiables de referencia para conducirse.


La autoridad en “El Principito”

”Sólo hay que pedir a cada uno, lo que cada uno puede dar“-continuó el rey. “La autoridad se apoya antes que nada en la razón. Si ordenas a tu pueblo que se tire al mar, el pueblo hará la revolución. Yo tengo derecho a exigir obediencia, porque mis órdenes son razonables”, dijo el Rey.













El adolescente sano

En estos tiempos en que todo parece verse con un cristal pesimista, creemos importante rescatar una mirada positiva y auténtica de los adolescentes, como personas con proyección y conductas valiosas. Este es un enfoque diferenciador: mientras siempre se habla de los comportamientos abusivos de los jóvenes o adolescentes, es necesario marcar su capacidad para actuar y decidir con libertad.

La adolescencia no es un problema sino una etapa muy linda de la vida, etapa de crecimiento y aprendizaje. Es fundamental destacar esta circunstancia dado que suelen confundirse los términos al asociar esta etapa con conflictos que, si bien existen (y a veces de manera preocupante), no constituyen el “alma” de la adolescencia y, en algunas ocasiones, hacen olvidar los muchos aspectos gozosos y frescos de este período.

Asociar de manera casi automática la palabra “adolescencia” con las palabras “abuso”, “conflicto” u otras similares produce un agravio gratuito a los jóvenes que, en ciertos momentos, favorece la aparición de aquello que se critica.

Algunos de estos aspectos saludables y positivos de los jóvenes que nos parece valioso recordar son:

ü Vitalidad: si hay algo característico de esta etapa es la fuerza vital de los adolescentes, quienes suelen manifestarse intensamente frente a cada circunstancia que atraviesan, sea por sus gustos, la relación con sus modelos de vida, la música, los amigos y también las formas complejas y hasta exageradas, con que buscan su propia identidad. Todo lo antes mencionado está siempre dentro de un marco de explosión vital que condice con los cambios físicos y psicológicos que el joven está transitando. Más allá de que a veces generen algunas perturbaciones en sus formas de manifestarse, sería preocupante que esta vitalidad no existiera.


ü Amistad: si bien la familia sigue siendo esencial para el adolescente, en este período se lanza al complejo universo de las amistades, particularmente las grupales. Dentro de ese universo, va tejiendo su nuevo mundo y encontrando sostén, acompañamiento, nuevos modelos de vida y perspectivas para irse construyendo como hombre y como mujer. La diversidad de amistades a veces asusta a los padres y requiere cierto manejo sabio de su parte para ayudar a la mejor elección de los amigos, sin que ello implique una intromisión excesiva en el mundo de los hijos, la que sería, en ciertas ocasiones, contraproducente.

Dentro del fenómeno de la amistad, el valor de la lealtad es muy tenido en cuenta, más allá de sus exageraciones y eventuales distorsiones, sobre todo cuando los grupos se tornan sectarios y la vivencia de pertenencia se funda en el hecho de tener adversarios o enemigos, como ocurre, por ejemplo, con las “barras bravas” o grupos similares.

Sin embargo, lo más común es que los vínculos nacidos en la adolescencia queden vigentes a lo largo de muchos años en forma de amistades entrañables.

ü Búsqueda de autenticidad y sentido: si hay un período de la vida en el cual la autenticidad y el sentido de las cosas son buscados con afán es el de la adolescencia. En todas sus expresiones, los adolescentes buscan lo auténtico por sobre todo, a la vez que buscan el para qué de toda circunstancia. No significa esto que idealizamos al adolescente, ya que esta búsqueda se da a veces de forma conflictiva y no siempre positiva, pero sí reconocemos que la autenticidad es uno de sus valores prioritarios. Los adolescentes asocian lo auténtico con los sentimientos. Sentir para ellos es un parámetro de profunda autenticidad. De ahí que busquen el valor de lo auténtico en diferentes circunstancias significativas de su vida, tales como en la música, en la amistad, en las relaciones de pareja, etc.

En este plano, dicha búsqueda implica distintos niveles de madurez. Y es un territorio que da pie a confusiones diversas que a veces son muy conflictivas y requieren de una actitud ordenadora por parte de los adultos. De todas formas, la búsqueda de lo auténtico es un elemento valioso, que a lo largo de la vida va madurando, pero que no debería perderse jamás.

ü Búsqueda de horizontes: para los adolescentes es muy importante su proyección en el mundo, hacia dónde dirigir sus sueños, así como también sentir que sus capacidades encontraron un lugar en la realidad social que les toca. Es un tiempo de búsqueda de vocaciones, de preocupaciones por el futuro, de exploración de capacidades. Cuando hay una sensación de que esos horizontes no existen, se generan severas perturbaciones, pero por lo general los jóvenes siempre encuentran sueños para proyectar, aún en las peores circunstancias.

En la búsqueda de este horizonte es que vemos el enorme despliegue de energía del que los adolescentes son capaces. Los modelos con los que cuentan en esta búsqueda son importantes, tanto por el hecho de que pueden ser emulados o porque sienten que deben diferenciarse de ellos. La relación entre esos modelos de vida y su propia personalidad (la que van descubriendo a fuerza de experiencias) es un desafío para el crecimiento.

Los valores de los jóvenes

Vitalidad. Amistad. Búsqueda de autenticidad y sentido. Búsqueda de horizontes.








Situaciones conflictivas para el vínculo entre padres e hijos

Teniendo como punto de partida la idea de la adolescencia como un período de la vida valioso y lleno de posibilidades, es posible un mejor abordaje de las situaciones conflictivas que suelen aparecer en este período, particularmente en lo que se refiere a la función de los padres. Es una etapa intermedia entre la niñez y la plena adultez.

Si bien a menudo se describen los conflictos que tienen los adolescentes, a los fines de esta guía nos focalizaremos en los conflictos internos y operativos que se le presentan a los padres. Este tipo de conflictos suele manifestarse en relación con las siguientes circunstancias:

1. La creciente autonomía de los hijos los ubica en situaciones nuevas que pueden ser riesgosas y generan temor en los padres.

2. La posibilidad de una aguda mirada crítica y actitud desafiante de los hijos hacia los padres.

3. Las dificultades en el ejercicio de la autoridad sin culpa.

4. Las complejidades en el vínculo entre los padres que influyen en la educación de los hijos.



1- La creciente autonomía de los hijos los ubica en situaciones nuevas que pueden ser riesgosas y generan temor en los padres.

El gran tema de los padres es decidir cuándo permitir a los hijos desplegar su creciente afán de autonomía, manejando los tiempos y siendo capaces de discernir qué grado de madurez tiene el hijo adolescente para salir antes del protegido ámbito familiar.

Es conocido el clásico tema de las salidas nocturnas, que sirve como ejemplo sobre la cuestión del manejo de la autonomía. Existen padres más permisivos que otros con relación a este tema. En este sentido, no existe una receta acerca de cuándo y cómo ir “soltando” a los hijos, aunque es altamente recomendable que lo que se decida sea en función de una clara percepción de la situación en cada caso, y no llevado por una inercia que desdibuje la autoridad de los padres en el proceso.

La creciente autonomía de los hijos no es algo que diluya la autoridad de los padres, sino que, en todo caso, modifica las maneras a través de las cuales ésta es ejercida. Esa autoridad, basada en la confianza recíproca construida a lo largo de los años previos, más que nunca es un faro que sirve de referente a los jóvenes en su creciente tránsito por el mundo que está más allá de las fronteras familiares.


La autoridad de los padres, basada en la confianza recíproca construida a lo largo de los años previos, es un faro para el crecimiento de los jóvenes.








La autoridad de los padres, basada en la confianza recíproca construida a lo
largo de los años previos, es un faro para el crecimiento de los jóvenes.
los riesgos que éstas implican, pero las realizan igual. Por eso, la actitud de los padres es más efectiva cuando apunta a ofrecer un espacio firme y confiable de referencia que, a la vez, no sea visto por los hijos sólo como mero espacio de control, por más que en situaciones puntuales el control pueda ser necesario. Justamente, la adolescencia es un tiempo utilizado como espacio de prueba de coraje y “aguante” por parte de los jóvenes.

La actitud de los padres es más efectiva cuando apunta a ofrecer un espacio firme y confiable de referencia que, a la vez, no sea visto por los hijos sólo como mero espacio de control.









2- La posibilidad de una aguda mirada crítica y actitud desafiante de los hijos hacia los padres.


El tiempo de la adolescencia implica la llegada de los hijos a una edad en la que el juicio crítico se desarrolla de gran forma. Es habitual que los jóvenes opinen de las cosas de manera rotunda, sorprendiendo a veces a sus padres con juicios en relación con temas impensables poco tiempo atrás, en general ligados a la forma de la vida diaria, miradas críticas sobre las actitudes de los padres o inclusive la manera de vestirse o de educar a los hermanos menores, por ejemplo.

Es una situación recurrente que los padres reciban opiniones y hasta resistencias llenas de argumentaciones que ponen a prueba su paciencia. Los adolescentes van diciendo “yo soy” justamente a través de expresar ideas que sienten como propias y que, bien llevadas, suelen ser interesantes y ofrecer un importante aporte.

Sin embargo, en ocasiones la mirada y la actitud desafiante llega a altos niveles de conflictividad, sobre todo cuando la cuestión se presenta como pulseada, sin posibilidad de conversación o reflexión. Esto suele darse, por ejemplo, en cuestiones de horarios, vestimentas y normas de convivencia. En este sentido es muy útil anticipar este tipo de situaciones y evitar el choque desgastante. Para ello es importante encontrar un orden de prioridades en los temas y, a la vez, tener cierta perspicacia para ver si realmente las actitudes del hijo tienen que ver con un comportamiento generalizado de transgresión de su parte o es sólo un hecho puntual, dentro de una actitud general positiva y atinada.


3- Las dificultades en el ejercicio de la autoridad sin culpa.

Autoridad y autoritarismo son conceptos que suelen asociarse entre sí por más que sean profundamente diferentes. Muchos padres temen ser autoritarios, y por tal motivo, en ciertas ocasiones, dejan de lado el rol de autoridad que les compete.
Es en este punto donde aparece uno de los elementos que más perturba a la función paterna, que es la culpa. No nos referimos a una culpa saludable que nos permite regularnos moralmente, sino a una culpa que proviene del miedo a frustrar, del miedo a hacerle daño a los hijos por el simple hecho de imponer genuinamente el propio criterio, como si hacerlo fuera algo violento, excesivamente frustrante o directamente destructivo. La sensación distorsionada de culpa genera un malestar que perturba el vínculo de los padres con sus hijos ya que suele inhibir el rol de sostén y orden saludable que es esencial para cumplir cabalmente la función parental.

Jaime Barylko decía que “los padres son culpables de sentirse culpables”. Esta expresión señala la importancia de dejar claramente de lado el miedo a ser autoritarios cuando debe ejercerse el rol de autoridad, aprendiendo que ésta no es una mala palabra ni su ejercicio perjudica a los hijos, sino todo lo contrario.

De nada sirven padres obsecuentes con sus hijos, que no les ofrecen puntos firmes de referencia y no se juegan por sus criterios, sin que esto sea símbolo de rigidez.

Mejor es un padre o una madre errados que marcan presencia con sus decisiones (que luego podrán mejorar o corregir) que padres que omiten cumplir con su función en aras de una “libertad” que los hijos no desean ni pueden sostener.

En este sentido, es positivo confiar en la intuición y, si fuera errada, corregirla “el día después”. Esto es muy eficaz cuando surgen esas situaciones impensadas y repentinas con las que los hijos adolescentes suelen aparecer y “manejar” tan bien, poniendo en apuros a sus padres.
Muchos padres temen su propia violencia, confundiendo los enojos normales y las actitudes de firmeza enfática con actos de “violencia familiar”. En la inmensa mayoría de los casos, los enojos son parte de procesos normales de intercambio y no actitudes lindantes con la patología. De hecho, muchas veces el efecto de permitir todo a los hijos es psicológicamente más violento que un grito o una actitud rotunda de límite. Un joven que no observa firmeza de parte de sus padres y los percibe como culposos y frágiles tenderá a buscar límites y referencias fuera del ámbito familiar, y lo hará muy probablemente a través de conductas de riesgo para poder, de esa manera, saber dónde están esos límites que se les niegan en su casa.


Es importante dejar de lado el miedo a ejercer la autoridad.
De nada sirven padres obsecuentes con sus hijos, que no les ofrecen puntos firmes de referencia y no se juegan por sus criterios.






4-Dificultades en el vínculo entre los padres que influyen en la educación de los hijos.

Padres separados, que viven una crisis conyugal o que no comparten criterios de educación suelen ser algunos de los conflictos más frecuentes en la vida familiar.

Las situaciones son muy variadas y queda claro que no siempre la separación o el divorcio, por ejemplo, son determinantes de conductas inconvenientes de los hijos, así como que el hecho de contar con padres unidos tampoco es sinónimo de que no habrá inconvenientes con ellos.

Sin embargo, es habitual que existan entre los padres (separados o no) brechas afectivas, ideológicas, de personalidad o de criterio a veces muy difíciles de sobrellevar y que generan perturbaciones no sólo a los hijos, sino a los propios padres y al resto de la familia.
Lo óptimo es encontrar sino una coincidencia, al menos un marco de respeto entre los padres que no angustie a los hijos y evite hacer a éstos partícipes de una guerra que siempre les es muy dolorosa.

En ocasiones se da la pulseada entre el padre o la madre “buena/o” y el “malo/a”. Los primeros son los que satisfacen todo deseo de los hijos, tienden a verlos como frágiles o intentan “compensar” reales o imaginarios problemas a través de evitarles cualquier frustración. Los segundos, los “malos”, son considerados rígidos, poco empáticos, represores y frustradores.

Todo hijo requiere de algún tipo de armonía entre satisfacción y frustración. Lo negativo del caso es cuando los padres se mantienen rígidamente en posiciones de “buenos” y “malos” y entran en guerra.

Este tipo de polarizaciones, vividas en términos de competencia, representa uno de los problemas más habituales: cuando un padre es dueño del “no” y el otro del “sí”, sin que exista un criterio más maduro acerca de la importancia de alternar con sabiduría ambas instancias.

Competencias, discusiones, sabotajes recíprocos, conflictos, no siempre se pueden evitar. La vida de pareja a veces alcanza una complejidad muy grande y dista de lo ideal. Sin embargo, mantener una actitud íntegra, evitar caer en la inercia beligerante, esforzarse en respetar el criterio o la actitud del otro padre y, en lo posible, armonizar con él son conductas que ofrecen a los hijos parámetros éticos y afectivos con los cuales ellos podrán construir de mejor manera su vida, más allá de los conflictos familiares que tengan en su origen.

10 consejos para encarar la comunicación con los adolescentes

1-Potenciar la confianza de los adolescentes, reviviendo juntos los valores que muchas veces están presentes -aunque olvidados- en la familia, redescubriendo sus rasgos positivos.


2-No olvidar que ellos tienen una aguda capacidad de observación, lo cual exige una total honestidad de nuestra parte.


3-Orientarlos para que los adolescentes puedan tomar sus mejores decisiones.


4-Confiar y expresarles confianza en sus decisiones.


5-Subrayar los beneficios del proceso de crecer.


6-Ser intuitivos, perceptivos y, sobre todo, auténticos en la comunicación con ellos.


7-Transmitir con honestidad nuestra posición sobre los valores y sobre la importancia y los efectos positivos de prevenir conductas abusivas.


8-Hablarles siempre desde el amor y la confianza como padres, utilizando un lenguaje claro, firme, accesible y entretenido.


9-Acompañarlos en su búsqueda de caminos para enfrentar los miedos y lo desconocido de la mano de la sabiduría, la prudencia y la responsabilidad.


10-Hacernos el tiempo para compartir, dialogar con ellos y acompañarlos.



ü

Recuerde

 Generar empatía, ponernos en el lugar del adolescente para ver qué está esperando recibir o escuchar de nuestra parte.

 Formular preguntas y despertar interrogantes generando un intercambio de ideas.

 Descubrir con ellos sus modelos identificatorios.

 Hablar con ellos para transmitirles que nuestra intención no es arruinarles la diversión, sino darles oportunidades de divertirse en situaciones de libertad, porque confiamos en su capacidad de decidir y elegir.

 Ejercer ante los hijos nuestra autoridad como padres sin caer en el autoritarismo, que suele generar más distancia que acercamiento.

 Desarrollar una actitud protectora y promotora de la autoestima de nuestros hijos.

 Remarcar lo positivo de sus conductas y no quedarnos sólo con lo negativo.

 Ser buenos ejemplos. Los adolescentes están observando nuestras actitudes, nuestras formas de responder, de actuar y de relacionarnos. No olvidar que somos sus referentes y debemos honrar ese rol. Promover los valores positivos significa vivirlos para que los jóvenes puedan tomarlos y asumirlos como propios.

Reforzar sus capacidades y valores positivos será un recurso a mano de los padres para ayudar a que los hijos adolescentes:

*Elijan lo que es mejor para ellos de manera responsable.
*Busquen formas creativas de divertirse entre amigos.
*Descubran la importancia de valores como la amistad, el esfuerzo, la tolerancia y el entusiasmo.
*Entiendan por qué no deben consumir alcohol si son menores, y hacerlo de manera responsable en la mayoría de edad.
*Comprendan que el consumo de alcohol no es la única fuente de energía y diversión.


¿Cómo ayudar a los hijos a fortalecer su autoestima?

 Confiando en nosotros mismos como padres.
 Confiando en ellos y teniendo en cuenta sus criterios.
 Invitándolos a ponerse ellos mismos el límite, sin temer hacerlo nosotros cuando sea necesario.
 Proponiéndoles ejercer su libertad de manera responsable, evitando comportamientos inadecuados en relación con el consumo de alcohol.

Como padres, es importante prestar atención a algunos síntomas o conductas tales como:

 cambios bruscos de comportamientos sin razón aparente
 tiempos prolongados de soledad en su habitación
 ausencias injustificadas
 pérdida de apetito











Si usted tiene alguna duda sobre el comportamiento de su hijo, recuerde consultar al gabinete psicopedagógico de la escuela a la que él o ella asiste o bien a profesionales de la salud especialistas en el tema.



No hay comentarios: